Por si las moscas

 

– [Mamá] Nico, ponte el abrigo, por si las moscas.

– [Nico] ¿Qué? ¿Que van a venir las moscas?

– [Mamá] No, Nico, es una expresión que quiere decir lo mismo que «por si acaso».

– [Nico] Ah, vale, me pongo el abrigo por si acaso vienen las moscas.

Parece esto un blog abandonado. Pero no es tanto así, no os creais. De hecho, vengo de vez en cuando a visitarlo, a releerme, a repasar, y a preguntarme mientras releo sin atender si esto sobrevivirá lo que deba. Me he propuesto firmemente retomar Nicoyyo. Pero eso no quiere decir nada. Sólo que me lo he propuesto. Y cuando me veo a mi mismo escribir en frases cortas no me fío.

Nico está a las puertas de cumplir cuatro años. Y ya ha sido invitado a un cumpleaños por una compañera de su clase, algo que no había ocurrido antes. Podríamos llamarlo el inicio de su vida social, dado que su vida social hasta el día de hoy era la que le programábamos nosotros, sin elección posible. También estamos intentando que seleccione él quién quiere que venga a su fiesta. Este año la temática es Lorax, el guardián de los bosques. Nos encantan los libros de Dr. Seuss, que conocíamos gracias al ‘Gato del sombrero’ y otros como ‘One fish two fish red fish blue fish’, que me parece una maravillosa relación de versos y dibujos que todo niño debería conocer por su simple hermosura naïf, pero no conocíamos al enano pelirrojo hasta que vimos la película en el cine.

Lorax

Fue la primera vez que pisaba una sala de proyección, hace ya diez meses, en el destartalado cine Madrigal de Granada, un cine de los antiguos que me recuerda a los que yo pisaba en Madrid de pequeño, con esos carteles dibujados, metal por todos lados, grandes asientos rojos con alguna que otra quemadura de cigarrillo, una única película en cartel, acomodadores enchaquetados. Acabará desapareciendo, y yo me tendré que encargar de decirle a Nico que ahí vio su primera película (nota mental: hazle fotos al cine, que luego te arrepientes). Desde entonces, hemos ido a ver tres o cuatro películas más, más las que hemos visto en casa. Le encanta el ritual de las palomitas, la oscuridad y el silencio. Ver que hay más niños es lo que realmente le priva. Ya colecciona sus DVD (bueno, su colección se reduce a cinco, creo) e incluso este año, a los Reyes Magos, les pidió una película. Me llama mucho la atención la inmediatez con la que diferencia una serie de una película, por la introducción, el desarrollo, la calidad de audio y de imagen…

Por nuestra experiencia, recomendamos ver las siguientes para un niño de tres-cinco años:

– ‘Lorax’.

– ‘Cars’.

– La saga ‘Toy Story’.

– La saga ‘Madagascar’.

– ‘Ratatouille’.

En mi humilde opinión, no hace falta que unos dibujos les hablen a los niños como idiotas para que se enteren. Nico me sorprendió con tres años recién cumplidos entendiendo perfectamente la historia del ‘Lorax’. Bueno, a su manera pero sí. Sí hace falta que los personajes estén muy definidos, que no sean demasiados personajes a tener en cuenta, que no haya giros de guión inesperados y que el final quede claro y sin sobresaltos. De verdad que lo pillan. Con algunos libros es más difícil.

Se nos está haciendo mayor. Aún dice «ponido» en vez de «puesto», pero se va haciendo mayor. Y su madre y yo lo estamos notando en muchas cosas, como la risa nerviosa que le entra al ver una pareja besándose en televisión. «Esos están amorados, papá», dice. Yo le miro mientras me da la espalda. «Locamente, hijo».

Joder, ya estoy empezando a terminar las frases con la expresión «hijo». Esto no tiene vuelta atrás.

La valía de una madre se manifiesta en diferentes episodios durante la infancia de un niño. Uno de ellos es aquel en el que te encuentras a mamá a las 23.00 horas, tirada en el suelo, rodeada de telas, hilos y tijeras, pidiéndole a papá que vaya a comprar pelotas de ping pong al bazar oriental. «Servirán para hacer los ojos», dice. Halloween está a la vuelta de la esquina, y los disfraces de Nico ya son famosos en la ciudad. Algunos ya sabéis que el día que fue disfrazado de Principito a la escuela volvió con el segundo premio al mejor disfraz de Napoleón, pero aquello fue una divertida confusión.

A todo esto. Nico ya casi tiene cuatro años y dice que mide «cuatro tres» de altura. Es la marca que hay en la pared hecha con lápiz, de cuando tenía 34 meses. Ha empezado su primera colección de cromos, una de animales que le encanta. La web de dicha conocida marca de coleccionables parece del mismo año en que yo dejé de practicar el «silenole», pero bueno. Ha entendido el concepto de «repe», aunque cree que los cromos sobrantes son para regalarlos a niños sin cromos. Angelito, es todo bondad… Hace galletas con mamá –las de gengibre son brutales-. Yo tengo una barba inmensa que a veces me da un halo interesante y otras de marinero danés analfabeto, aunque creo que va a desaparecer ya… Siento traicionar los principios defendidos desde hace años por mi buen amigo Wearbeard.

Nico es cada vez más expresivo, enriquece su vocabulario a diario y aprende rápido. Eso sí, sigue sin salirle la «erre». Pero ni de coña. Al conocer más conceptos y aprender a hilarlos me pega algún que otro susto. «Papá». «Qué», dejo caer a media voz mientras busco los yogures de vainilla en el supermercado. «Xxxxx y yo nos vamos a casar» -obviaré de momento el nombre de la afortunada-. «Muy bi… ¡¿cómo?!». Tanta independencia y autonomía ansía que hasta decide leerme los cuentos él a mí.

Nico leyéndome ‘Lost and found’ de Oliver Jeffers by Larronte

El vocabulario, la dicción y la pronunciación de Nico son cada día más afinadas. Ya se pueden mantener pequeñas conversaciones con él. Sin embargo, he observado que hay algunos vocablos que son complicados para aquellos que no conocen su dialecto. Voy a resumir algunos:

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No hay nada como sentirse viejo. Carca, oxidado, cansado, en la fase 2.

Ha sido un verano de lo más convencional, lo que lo convierte en extraordinario. Nico ya ha descubierto que las olas revuelcan, que si flexionas las piernas y empujas muy fuerte te despegas del suelo, casi puedo asegurar que se ha enamorado de una chiquilla de su edad a la que no sabemos si volverá a ver, que al colegio sí que se vuelve, que una tetera junto a una cacerola, junto a un cajón y una caja hacen una batería… Y cosas un poco más profundas, al estilo Jagger, como que no puedes conseguir siempre lo que quieres, que hay niños malos o que hay un tipo de dolor que no duele.

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Sí, señor, el comeniños. Mamá le ha comprado a Nico una baraja de cartas de animales, de esas de emparejar, un poco anticuada, y nos hemos encontrado con delicias como las siguientes:

  1. El león y el cazador que le mata.
  2. El toro con banderillas y el torero que le mata.
  3. Los perros de circo y el domador que los doma.

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«We like to watch you laughing,
You pick the insects off plants
No time to think of consequences»

‘Kids’, de MGMT

Si no actualizo el blog el día de su cumpleaños este blog pierde su sentido. Este fin de semana ha sido el fin de semana del desfase y el descontrol. Como en nuestro salón no cabíamos todos de una vez, se ha celebrado el segundo aniversario de Nicolás en sábado y en domingo (el sábado con los colegas y el domingo con los abuelos y titos). Mientras escribo esto duerme abrazado a su almohada como un lechón. Ronca.
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Qué os voy a contar que no sepáis, que voy como una moto, que el otoño ha empezado sin tregua y que no me queda tiempo ni para escribir -con lo importante que es para mí escribir-. En fin, en titulares:

-Nico se adaptó perfectamente a su escuela.

-Se disfrazó de murciélago el día de Halloween.

-Ha empezado a hacer pis en una palangana (lo cual me recuerda un chiste familiar sobre un video y un bidé).

Mickey Mouse le cae bien (se lo pienso recordar cuando cumpla 16).

Come sin parar: Tiene un predesayuno, un desayuno, un almuerzo, una comida, pica antes de merendar, merienda, cena y después del baño se bebé un biberón de leche que, según el sistema métrico británico tradicional, se corresponde con algo más de dos pintas.

-Cuando no come, canta ‘Twinkle, twinkle, little star’ (‘Estrellita del lugar’).

En imágenes:

Toothbrush

Esto, que parece un cilicio para Teletubbies, representa en realidad un cepillo de dientes. Fue su primer trabajo de clase.

Garden

Este es un trabajo más reciente, representa un jardín. La evolución artística es clara, ¿no?

Novedades en el barrio

Casi nunca hablamos del Realejo, y mira que lo vivimos con intensidad. Para empezar, hay que dar la bienvenida y recomendar encarecidamente la nueva tienda de El Piano situada en la plaza del Realejo, justo enfrente de la sucursal de Caja Rural. Se trata de una franquicia de origen británico de comida saludable, pro ecológica, fomentando los productos autóctonos y vegetariana para llevar, algo muy curioso. Ya los conocíamos por su otra sede, en la calle Gran Capitán, pero esta nos pilla infinitamente más cerca. Somos fieles a sus albóndigas de maíz, sus champiñones y su cus cus. También compramos un preparado para cocinar brownies en casa que luego masacramos sin piedad. Si son ustedes un poco reacios al asunto natural-ecológico-integral-vegetariano (a mí a veces me cuesta), mejor pruébenlo y opinen después. Buenísimo.

Cooking

Recomendaciones musicales

Y por último, nos gustaría abrir un debate sobre gustos musicales en la infancia. Según un estudio de reciente publicación, si mal no recuerdo, la música rock altera a los niños, probablemente por las estridencias de la distorsión eléctrica, algo que se puede percibir incluso en la reacción molecular del agua a dichas vibraciones. En cualquier caso, ayuda a desarrollar su cerebro. Nosotros, que ya hacemos sin ningún complejo el idiota en el salón gorileando como primates al son de ciertos ritmos, os queremos recomendar nuestro hit más bailado, fundamental, el himno de la casa:

Despiporre garantizado. Pero nos gustaría recibir recomendaciones de otros temas de similar factura o alejados estilísticamente, eso da igual, que también inviten al desmadre infantiloide. ¿Podéis ayudarnos?

[Por cierto, el que hiciera el estudio sobre rock y niños nos parece que sería un soso a las tres].

Ay, madre mía, qué nervios. El primer día de escuela para Nico. Su ropa preparada desde el día anterior, su paquete de pañales con el nombre escrito, su baby reservado… Hoy jueves 2 de septiembre Nico deja de ser un bebé y empieza a ser un niño. Uno de tantos que empieza el cole. Ayer miércoles se lo repetí varias veces, «que mañana vas a Toy Box, que vas a ver a tu seño Loles, a cantar con tus amiguitos», pero él me miraba como si estuviera recitándole la tabla periódica: esperaba a que terminara chupando chupete y me daba la enhorabuena.

De todas formas, lo que empezamos es el periodo de adaptacion, que como ya comentamos aquí, durará lo que Nico necesite. Esto es, iremos los dos, me separaré de él unos minutos y nos volveremos juntos. Cada día estos tiempos iran creciendo hasta que Nico vaya de 8.30 a 14.30, más o menos.

Para cuando leáis esto, ya estaremos allí, a pesar de los mocos de los últimos días -me acuerdo constantemente de aquella escena de ‘Desafío Total’; buaaaj-. Bueno, ya habíamos estado. Nos dejaron que fuéramos días sueltos durante la escuela de verano, en julio, para que fuera haciéndose con el sitio. Fue fascinante ver en primera persona como estas profesoras -¿por qué casi nunca son hombres?- se ganan la confianza de un niño. Primero le enseñan un juguete de lejos. Luego un poco más cerca, luego se lo tiran, luego se lo tiran más cerca, luego se lo ofrecen desde un metro y acaban por colocárselo encima de la cabeza, sin que Nico le quite el ojo de encima. Cuando te quieres dar cuenta están jugando y el niño ni te mira. Nos gusta mucho su seño.

En cuanto a mí, también es una experiencia nueva. Primero, porque yo de pequeño no fui a guardería, eran otros tiempos. Y segundo, porque me voy a ver rodeado de otras madres -¿por qué casi nunca van los padres?- que también estén de periodo de adaptación. Es un encuentro forzoso que promete anécdotas… Y lo que yo llamo «diálogos de parque», que suelen construirse sobre debates reglados por dos condiciones:

  1. Todas las frases después de la primera deberán empezar por «Pues el mío/la mía es peor».
  2. Todos los niños y niñas son tremendamente guapos y se parecen mucho al progenitor presente en ese momento. Sólo en un caso de fealdad simiesca extrema se podrán utilizar elogios esquivos como «Tiene cara de buena persona».

Recomendación librera

Hace poco Carmen, autora del blog http://dibujosparacanciones.blogspot.com/, me recomendaba ‘La ola’ de Suzy Lee.

Aún tengo que hacerme con ese libro. Es una preciosa historia muda (sin texto) sobre la relación de una niña con el mar. Yo puedo responder con otra recomendación para todos, un libro que me regaló nuestra amiga Noelia, que además va a ser madre dentro de pocos meses. ‘Días de hijo’, de Philip Waechter -pinchad en las fotos para poder leerlas, siento la falta de luz-.

Desde que Nico nació, hace más de año y medio, ninguna novela, ni relato, ni película me habían afectado, ni siquiera los relacionados con niños. Pero con estos dibujos sí. Porque sintetizan tan bien la paternidad durante los primerísimos años que me he visto reflejado en cada viñeta y en cada frase, ese padre soy yo. Y ese bebé es mi niño.

Como hace mucho que no actualizamos y tenemos tantas cosas que contar que ya ni nos acordamos, vamos a hacer primero una sección de titulares y nos ponemos al día.

1. La mantita se perdió en Nerja en junio. Sí, es cierto, es triste. La mantita que nos ha acompañado como a Linus durante quince meses se ha desvanecido en la nada. Al subir de la playa del Papagayo la llevaba en la mano y al entrar en el portal, no. Recorrí la calle Diputación y el Balcón de Europa siete veces pero aquel andrajoso trapo descolorido y apestoso sin el cual no podíamos vivir no apareció. Tenía la forma de una girafa multicolor y le teníamos devoción -su madre y yo lloramos más que él aquel día-. Entonces le costó mucho dormir. Ya ha sido felizmente sustituida por una vaca peluda y un oso rayado, pero nunca olvidaremos la sagrada mantita original.

Vaca y oso, las mantitas de segunda generación para Nico

2. Ya no anda, corre. De hecho le encanta alcanzar velocidades de vértigo aprovechando las cuestas de su barrio y poniendo cara de JackAss. Miedo me da.

3. El agua es su medio, además de la tercera palabra que se ha aprendido. Todo es agua. La nevera es «agua», el viento es «agua», la piscina, el mar, hasta yo soy «agua». No le voy a contar que el cuerpo humano es un 75% de H2O al nacer porque ya se me vuelve loco. Le encanta nadar como un perrito mientras le sujetamos y hacer cafrerías con las olas. Sin miedo alguno, aunque no puede negar la evidencia objetiva de que se hunde como una piedra. También gusta de vaciar en el suelo del salón su cantimplora, le encanta poner en remojo el pienso de Velita y hacer experimentos con el grifo del bidé. «¿Agua?» Sí, Nico, esa vieja que pasa también es agua.

4. Lo que estamos haciendo con helados de varios sabores y tamaños este verano roza la indecencia. Qué poco me dura con el morro limpio, carajo.

5. Ha descubierto el mundo de la música. Por un lado quiere poner discos, pero no sé cómo explicarle dónde va cada cosa. Mete siete cedés en el tocadiscos y cierra la tapa a ver si suena, y nada. Yo creo que ahora mismo está en una fase de DJ, mezclando, mezclando…

6. Es un niño Glück. Si en algún momento tenéis que hacer un regalo especial y diferente a alguien con un niño o una niña como Nico, en Malasaña (Madrid) existe una original tienda infantil llamada Glück, con un blog muy recomendable y mucho más actualizado que éste. También organizan conciertos infantiles con músicos indies. Cosas del siglo XXI. Nico tiene una camiseta del monstruo Augusto Huertas.

7. Ya estoy diciendo frases de padre. Y no me refiero a las típicas sentencias autoritarias masculinas que todo niño trasto oye alguna vez, sino a los sufridos lamentos de un hombre cansado con sus pilas normales intentando alcanzar a un niño con alcalina. «Ve tú, ve tú al columpio, Nico, si yo te miro desde aquí»; «¿Tienes sueño? ¿Seguro que no? Yo creo que tienes sueño»; y cosas así.

8. Ya se sabe muchas partes del cuerpo. Se señala solito la boca, los dientes, las orejas, la nariz, los ojos, el pelo, el ombligo y los pies cuando se lo piden. Y cuando termina de hacerlo pide una galleta señalándola también. Porque también sabe dónde están las galletas.

La astilla y el palo

Somos padre e hijo. Yo tengo treinta y tres años y él treinta menos, lo cual nos da una perspectiva distinta de las cosas. Vivimos en el Realejo, en Granada, y aquí decimos lo que queremos decir. Faltaría más.

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